¿Cómo salir del “despiporre” de la economía?

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Solo de la mano del sector productivo, el gobierno de Petro podrá superar la grave crisis económica. ¿Está dispuesto el presidente a hacerlo?

No nos llamemos a engaños. Aquí el único responsable del desastre económico es el Gobierno nacional, con el presidente Gustavo Petro a la cabeza. Nadie más es culpable de esta debacle. Ya es hora de que asuman su responsabilidad. Aquí no le pueden echar la culpa a una clase empresarial “explotadora y esclavista”, como llama Petro con desprecio al sector productivo, que genera empleos y riqueza.

Tampoco puede descargarse en la Junta del Banco de la República, que con grandes esfuerzos trata de cumplir con su más grande responsabilidad, que no es otra que impedir que la inflación se desborde. Ni mucho menos pueden decir Petro y sus amigos que la culpa del desastre la tiene la economía mundial, cuando las potencias tienen bajo control todos sus indicadores. Es un hecho que el fantasma de la recesión desapareció de toda la “galaxia”.

De manera que este “despiporre” de la economía, para decirlo en términos petristas, es única y exclusivamente responsabilidad del presidente y de quienes lo acompañan. Los resultados del Dane sobre el mediocre crecimiento de apenas el 0,6 % del PIB en 2023 evidencian la errática conducción de Petro en su política económica. Aunque se haya disipado el fantasma de la recesión, las cifras muestran en su real magnitud el desastroso desempeño de la economía el año pasado. La tragedia es aún mayor si se compara con 2021 y 2022, donde crecimos 10,8 % y 7,3 %, respectivamente.

Lo que llama la atención y preocupa mucho es que la terquedad y la prepotencia no les permitan al Gobierno reaccionar a tiempo para evitar que el desastre sea mayor. Un gobierno responsable debió escuchar las alarmas que empezaron a encenderse desde finales de 2022 y comienzos de 2023. En ese momento, como ahora, Petro se descargó en el sector productivo, el Banco de la República y el contexto internacional.

La conducta evasiva del presidente lo lleva a eludir sus responsabilidades con una facilidad pasmosa. Por ello no admite que la realidad de los hechos lo desbordó. Tampoco reconoce –en las actuales circunstancias de extrema gravedad de la economía– todos sus yerros.

 algo peor: prefiere salir de aquellos funcionarios que se apartan del rebaño para hacerle ver sus equivocaciones, como acaba de suceder con el ex director de Planeación Nacional Jorge Iván González, de los pocos funcionarios sensatos que le quedaban a este gobierno. También abandonó el barco petrista la ex directora de Presupuesto del Minhacienda, Marcela Numa, una funcionaria técnica –de esos “técnicos” que Petro detesta– con más de 15 años en el cargo. Los dos se fueron aburridos, desencantados y frustrados por lo que pudo ser y no fue. ¿Qué hacer para afrontar y superar el cruel escenario de una economía estancada? ¿Cómo debe llevar a cabo el Gobierno  políticas de reactivación económica efectivas?

Es urgente que el Gobierno construya sobre lo construido

El “síndrome de Adán”, ese que lleva a todos los presidentes a creerse los primeros en hacer las cosas, en el caso de Petro se eleva a la enésima potencia. No cree en nada que no haya sido concebido por su “mente prodigiosa”. Igual piensan quienes lo acompañan en el Gobierno y lo siguen en redes sociales. Y eso en política gubernamental suele pagarse muy caro, simplemente porque los gobiernos duran pocos años y las obras se diseñan para muchas décadas.

Todos los presidentes encuentran políticas públicas y obras con una trayectoria y un recorrido. Lo inteligente es continuar aquellas que vienen bien y mejorar las que no. Pero Petro considera que hay que empezar de cero. Por eso cree que es mucho mejor construir un aeropuerto internacional en la Alta Guajira y no mejorar el de Riohacha. Que es mucho mejor construir un “tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla”, que mejorar las vías –con trenes incluidos– entre las regiones Pacífica y Caribe. En su febril imaginación, Petro solo cree en todo lo que se imagina. Si es costoso e irrealizable, ese no es su problema. El cumple con imaginar y anunciar. Punto. El mejor ejemplo de construir sobre lo construido es el parque solar de El Paso, Cesar, el más grande del país, iniciado por Iván Duque en 2018 y puesto en funcionamiento por Petro.

Presidente, gobierne con los mejores, no con los incondicionales

Petro valora mucho más a quienes le llevan la corriente que a los que le llevan la contraria. Punto. Le gusta gobernar con funcionarios sumisos y lambones que se mueren de susto de decirle: “Presidente, usted está equivocado”. Pero resulta que es mucho mejor que tenga a su lado funcionarios que le adviertan sobre posibles equivocaciones en lugar de quienes respalden sus ideas descabelladas. En la actual crisis de la economía, a Petro le sirven mucho más funcionarios como Jorge Iván González y Marcela Numa, capaces de contradecirlo con argumentos, que ministras como la de Agricultura, Jennifer Mujica, quien se plega de forma incondicional a sus propuestas. Mientras Petro despide a los primeros, atornilla a la segunda.

Prefiere la adulación a la contradicción. Le fascina que la ministra Mujica hable con desprecio de los “yuppies y gomelitos”, para referirse a quienes se quemaron las pestañas estudiando posgrados y doctorados que aún siguen pagando. Detesta y le tiene fobia a los técnicos, que llevan varios años en mandos medios de ministerios y de institutos descentralizados, porque siente que se “oponen” a sus desvaríos. Los señala de “uribistas, santistas y duquistas”, en lugar de reconocer que están ahí por sus méritos. A casi todos esos técnicos en mandos medios este gobierno los ha sacado a las patadas. Y ahí están los resultados.

¡Reconozca los errores, presidente, por Dios!

Darle zanahoria a los amigos y garrote a los contradictores es un grave error. Así no se gobierna. O peor: así es como se gobierna, pero mal. El Plan Nacional de Desarrollo aprobado por el Congreso el año pasado, de la mano del ex director de Planeación Nacional, Jorge Iván González, tiene valiosas herramientas para lograr descentralizar un poco al país. Algo es algo. Pretender “bogotanizarlo” aún más, como es la pretensión de Petro, es un golpe a la yugular de las regiones. Ese plan de desarrollo necesita de todas las alcaldías y gobernaciones para su ejecución, las de amigos y contradictores por igual.

El Gobierno, en lugar de castigar alcaldes y gobernadores, que hicieron campañas con propuestas distintas al “petrismo”, debería ayudarles para que cumplan sus promesas. “Comprar” alcaldes y gobernadores, para que respalden sus proyectos, es un triste espectáculo, que habla mal tanto de quienes hoy lucen gobiernistas sin ruborizarse, como del propio gobierno que los combatió en la campaña electoral. Se gobierna para todos, es una premisa sagrada de los buenos gobernantes.

¡Presidente, trabaje de la mano con el sector productivo!

No es atacando al sector productivo como se logrará reactivar la economía. No es desestimulando la inversión privada como saldremos del foso al que por desgracia hemos llegado. No es castigando con más impuestos a quienes generan empleos como lograremos dejar atrás este raquítico crecimiento del 0,6 por ciento del año pasado. El primero que lo tiene que entender es el presidente Petro. Nadie más. Punto. Ya es hora de que Petro empiece a ver a los empresarios del país como aliados y no como enemigos. De otra forma la pobreza que pretende erradicar será otro más de sus sueños incumplidos. Mientras la economía no se reactive, el número de pobres seguirá creciendo. Y la miseria también y el desempleo.

Una economía estancada es el peor escenario para superar el atraso y el abandono en el que han vivido por décadas los más pobres del país, esos a los que a Petro dice querer redimir. Para ello es necesario y urgente que Petro envíe señales al sector productivo nacional que generen confianza y alejen la incertidumbre. Por desgracia, nada de ello ha sucedido hasta el momento. La inversión se frenó en seco, porque nadie invierte en un país que no tiene reglas claras, ni garantiza la seguridad de dichas inversiones. Y el único que puede enviar esas señales tranquilizadoras es Petro. Nadie más. ¿Está dispuesto a hacerlo? Esa es la pregunta que aún no tiene respuesta.