El ‘rey’ de la puntualidad

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Las cada día más frecuentes ausencias del presidente Petro en actos públicos deben ser tratadas como un asunto de Estado. El Congreso de la República debe pronunciarse.

La inasistencia de Gustavo Petro a la clausura del Congreso de la Andi y también al “Diálogo Social por la Paz, la Seguridad y la Vida”, ambos eventos celebrados en Cartagena el pasado viernes, ratificaron lo que ya es una realidad tan inocultable como preocupante: el jefe del Estado es una persona incumplida a la que le da lo mismo ir o no ir a los eventos donde se requiere de su presencia, puesto que miles de personas quieren escuchar su opinión y –sobre todo– sus soluciones a los múltiples problemas que padecen los sectores a los que pertenecen.

Al Congreso de la Andi, Petro no fue, sencillamente, porque no le dio la gana. Es evidente que Petro no tenía, ni tiene, ningún interés en escuchar al sector productivo nacional. Al presidente no le importa lo que piensen los industriales y empresarios del país, los mismos que todos los días se parten el lomo generando empleos y pagando los altos impuestos que el gobierno de Petro establece en sus reformas tributarias.

Fuente: El Colombiano

El viernes en Cartagena quedó demostrado –una vez más– que Petro no quiere oír a quienes mueven la economía nacional, pero tampoco quiere que lo oigan, quizás porque lo único que tiene para decirles son malas noticias, acompañadas de insultos y amenazas, como sucedió la semana pasada en el Huila con los cafeteros agremiados en la Federación Nacional.

Pero ya es hora de que Petro entienda que es un irrespeto de marca mayor que el presidente de la República –no la persona de Gustavo Petro– desprecie a quienes desean contar con su presencia y que –en el caso de los empresarios agremiados en la Andi– generan millones de empleos. En Cartagena ni siquiera se excusó, ni tampoco tuvo la gentileza de enviarles un mensaje, mediante un video o una intervención por alguna plataforma virtual, para decirles a los empresarios cómo piensa trabajar con un sector tan importante de la economía nacional.

Pero Petro tampoco asistió el viernes a otro evento en Cartagena, donde lo esperaba “el pueblo”, ese al que invoca cada vez que quiere desahogar su rabia y frustración contra la “oligarquía” y las “élites esclavistas”, culpables –según él– de todos los males que aquejan al país. Los miles de cartageneros que lo esperaron por horas para escuchar su intervención en el “Diálogo Social por la Paz, la Seguridad y la Vida” también se quedaron viendo un chispero. Petro tampoco les cumplió. Ni la paz, ni la seguridad, ni la vida le importan, a juzgar por su inasistencia sin justificación alguna al evento cartagenero.

Y no es que a Petro no le guste Cartagena. Le fascina. Así lo evidencian sus frecuentes viajes a la Casa de Huéspedes, donde suele pernoctar con su familia los fines de semana, disfrutando de sus merecidos descansos. Allá recibe visitas de sus amigos personales y políticos. Allá también llegan a cualquier hora del día o de la noche, desde Barranquilla, trasladados en vehículos de la Presidencia de la República, estilistas y peluqueros, quienes se encargan de acicalar y atender a la primera dama, Verónica Alcocer.

De manera que no es que a Petro le sienta mal el clima o el ambiente cartagenero, sino que de lo que se trata es de algo más simple y sencillo: a Petro no le gusta cumplir los compromisos propios de su condición de jefe de Estado, sea en Cartagena o en cualquier otro sitio del país. Petro es un incumplido de siete suelas, sea cualquiera la razón, desde las más insospechadas y descabelladas, que ya empiezan a ser abundantes, hasta las más creíbles y comprensibles.

Cualesquiera sean los motivos de sus frecuentes y preocupantes inasistencias a eventos públicos, lo cierto es que a Petro lo único que le gusta es que lo escuchen, pero lo que más le aburre es escuchar. Él entiende la interlocución en una sola vía: aquella en la que sólo él puede hablar. La otra parte no le interesa. Así es muy difícil establecer un diálogo, generar consensos o buscar acuerdos. Ya no solo con los “ricos”, que lo esperaban en la Asamblea de la Andi, sino también con los “pobres”, que debieron regresar a sus casas frustrados y furiosos, porque a ellos también les hicieron perder el tiempo. Ese triste espectáculo de la “tarima vacía” se repite a lo largo y ancho del país.

¿Qué pasa con los frecuentes incumplimientos de Petro? ¿Por qué se “pierde” el presidente?

Gustavo Petro no es Diomedes Díaz, ni tampoco Héctor Lavoe, célebres por sus incumplimientos. Ambos llegaban tarde a sus presentaciones, o simplemente no llegaban. Sus fanáticos los esperaban por horas, hasta que ya, cansados de esperar, algunos salían para sus casas a rumiar su frustración y otros se quedaban hasta destrozar el establecimiento.

Gustavo Petro no es un artista, es el presidente de la República. Tampoco es un particular que “se puede perder por horas” sin que a nadie le importe. El salario de Petro lo pagamos todos los colombianos. Su ausencia no es un asunto particular o familiar, como muchos pueden creer. Punto. Quien no asiste a los eventos –o llega muy tarde a los mismos– es el presidente de la República, el jefe del Estado. Por consiguiente los colombianos, gobernados por el Jefe del Estado, merecen respeto, sea cual sea su condición: ricos o pobres, negros o blancos, empleadores o empleados.

Gustavo Petro ausente en la foto oficial de la cumbre amazónica

Al no asistir a los eventos sin justificación alguna,Petro no solo maltrata y ofende a quienes lo esperan por horas sin que aparezca, sino también a quienes ellos representan. Los ofendidos no fueron los empresarios asistentes a Cartagena, sino las millones de personas de quienes ellos son voceros.

La cara del santo es la que hace el milagro

En un país como Colombia no es cierta aquella premisa según la cual los ministros representan al presidente. En Colombia es la cara del santo la que hace el milagro. Mucho más en el caso de Petro, que es quien toma la última decisión, según sus caprichos o según su leal saber y entender. Petro no cree en los ministros. Si creyera en ellos, los escuchara con más frecuencia. Hay unos que duran días sin poder hablar con él, ni siquiera por teléfono.

De manera que la presencia de los ministros en reemplazo de Petro tampoco genera credibilidad en quienes dedican varias horas del día para poder conversar con él o escuchar su pensamiento sobre asuntos de su interés. Organizar un evento como el Congreso de la Andi toma tiempo, no se hace de la noche a la mañana. Confirmar invitados y organizar la agenda es una labor dispendiosa. Son eventos anuales, cuya asistencia es programada y confirmada con antelación. Petro no fue a Cartagena a hablar con los empresarios de la Andi, sencillamente, porque no le dio la gana. Punto. Su grosería no tiene ninguna justificación, así sus amigos y subalternos quieran justificarla.

¿Por qué Petro no asiste a los eventos?

Esa es la pregunta del millón. Nadie sabe. Los únicos que deberían saberlo son quienes pertenecen a su círculo más cercano. La única vez que Petro llegó puntual a una cita –que se sepa– fue a su encuentro con Joe Biden en Washington. De resto, Petro le ha incumplido a todos: desde magistrados de altas cortes hasta vendedores informales en Cartagena, pasando por alcaldes y gobernadores, empresarios y trabajadores. Ya la noticia no es que no vaya, sino que asista. Y eso es una vergüenza tratándose del presidente de la República.

Ante tantas versiones sobre sus constantes ausencias –que van desde sus abusos con licores y otras hierbas, hasta complejos cuadros de depresión– es necesario que la Casa de Nariño informe sobre la salud física y mental del presidente. Su salud es un asunto de Estado y por consiguiente es de interés nacional. Bien haría el Congreso de la República en ocuparse de esta situación. Quienes creen que ese tema tan delicado solo importa a su familia se equivocan. Nunca antes la salud del presidente interesa más al país que en los actuales momentos.

Si no quiere ir, que no lo inviten

Si la decisión de Petro es la de no asistir a foros, congresos y asambleas gremiales, porque considera que no tiene nada que decirles a sus asistentes y porque tampoco le importa escuchar lo que le quieren decir, entonces que no lo vuelvan a invitar. Punto. No tiene sentido convocar a la casa a quien no tiene ningún interés en asistir. Si bien es cierto que Petro no está obligado a estar presente en todos los eventos gremiales que se celebran en el país, no es menos cierto que –como presidente de la República– debería tener gestos de elemental cortesía con quienes esperan contar con su presencia. Un congreso gremial se celebra cada año, no son eventos semanales.

Y por esa razón, es también una muy buena oportunidad para que el presidente de la República “tire orejas” y “eche línea” sobre sus políticas de gobierno, que es lo que han hecho todos los antecesores de Petro. Después de los constantes desaires por parte del presidente de la República, es bastante probable que a los gremios no les estén quedando ganas de invitarlo a sus congresos y asambleas anuales. El problema es que si no lo invitan, entonces el presidente puede pensar que los “ricos y esclavistas” del país lo marginan y lo discriminan, que es lo mismo que pensaba cuando no era presidente.