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La Ley del Montes | Petro recargado

Como si se tratara de Terminator, la taquillera película protagonizada por Arnold Schwarzenegger, la nueva versión del gabinete de Gustavo Petro viene mucho más recargada de acción que la primera. Es decir, los nuevos ministros representan el verdadero sentir del mandatario y por consiguiente serán mucho más incondicionales de sus directrices que sus antecesores.

Gustavo Petro sacó del gabinete a reconocidos y moderados tecnócratas, como José Antonio Ocampo en Hacienda y Cecilia López Montaño en Agricultura, para dar paso a petristas pura sangre, como Ricardo Bonilla y Jhenifer Mojica, que serán más obedientes y dóciles que quienes acaban de abandonar sus carteras

La llegada de Luis Fernando Velasco, nuevo ministro del Interior, más que un reconocimiento al ex alcalde de Popayán por haberse sumado al proyecto presidencial de Petro desde sus albores, es una declaración de guerra a la jefatura de César Gaviria, como máxima autoridad del Partido Liberal. Velasco llega con la instrucción de Petro de volver trizas la unidad del liberalismo para tratar de armar rancho aparte con quienes creen a ciegas en su proyecto político. Velasco no llega, pues, a unir al liberalismo. Todo lo contrario: llegó para dividirlo mucho más.

Pero, además, la designación de Velasco es también una cuenta de cobro a Juan Manuel Santos, quien en las últimas semanas había subido el tono de los cuestionamientos a Petro, sobre todo en lo que tiene que ver con el proceso de paz y la reforma a la salud. La salida de Alfonso Prada –antecesor de Velasco y el más santista de los ministros– fue un gancho al hígado del expresidente.

De manera que se equivocan quienes creen que Petro está interesado en bajarle el tono a la confrontación con quienes cuestionan sus decisiones, como pasó con los presidentes de los partidos que lo apoyaron para llegar a la Casa de Nariño y también con quien se jugó a fondo por su candidatura, como es el caso de Santos.

Contrario a quienes esperaban un Petro más conciliador, con la escogencia de su nuevo gabinete ministerial el presidente redobló su apuesta. A Petro, como buen marxista, le gusta atizar los conflictos, no sofocarlos, ni mucho menos apagarlos. Él cree de manera fervorosa que la “agudización de las contradicciones” es la que produce los verdaderos cambios en las sociedades. Esa es la razón por la cual confía mucho más en el poder de la calle, que en el poder del Congreso. Si el Congreso no le funciona, como podría suceder en estos momentos con la suerte de sus proyectos, entonces tendrá la movilización social en las calles como poderosa arma de confrontación.

¿Qué tanta posibilidad de éxito tiene el Petro recargado? ¿Qué le espera a los proyectos del Gobierno en el Congreso?

La apuesta de Petro por la calle

Sin el Partido Liberal, el Conservador y la U de su lado, como sucedió con la aprobación de la reforma tributaria el año pasado, es muy difícil que el Gobierno saque adelante su agenda legislativa. A dichos partidos habría que sumarle el Centro Democrático y Cambio Radical, quienes están abiertamente en la oposición. Es decir, el Pacto Histórico hoy por hoy no tendría los votos suficientes para lograr la aprobación de sus iniciativas, entre ellas las reformas a la salud, la laboral y la pensional, entre las más importantes. Petro –que conoce muy bien el Congreso– sabe que es así. Por ello está aclimatando un nuevo escenario, que es el que más le gusta: la calle.

Si el Congreso no me camina, la calle sí, ese es su pensamiento. Y la experiencia más reciente le demostró que, en efecto, la calle le responde cuando él la convoca. Ocurrió durante el pasado paro nacional, realizado en contra de Iván Duque, cuando la llamada “primera línea” destrozó locales comerciales y causó multimillonarias pérdidas a la economía nacional. Ese paro también dejó muertos y heridos en las principales ciudades del país. Petro cree, pues, en el poder de la calle y ese será una vez más su recurso más valioso para obtener lo que se propone.

Las mayorías le salvaron la cabeza a la ministra Irene Vélez

Aunque los amigos del Gobierno consideran que Petro puede gobernar muy bien sin el Congreso, lo cierto es que sin las mayorías en Senado y Cámara de Representantes la gobernabilidad de su mandato queda golpeada de un ala. Para decirlo en palabras de “nuestro filósofo Kid Pambelé”: es mejor ser rico que pobre. Punto. Traducción: es mejor tener las mayorías en el Congreso que no tenerlas. Gracias a las mayorías en el Congreso, por ejemplo, el Gobierno pudo salvar la cabeza de la ministra de Minas, Irene Vélez, cuando fue citada a dos debates de moción de censura. Sin esas mayorías, seguramente, el Gobierno habría tenido que entregar la cabeza de una de las ministras consentidas de Petro, tanto es así que también se salvó del segundo remezón ministerial. Sin las mayorías, todas las iniciativas del Gobierno corren peligro en el Congreso de la República no solo por falta de votos, sino también por meros asuntos de trámite. ¿Sabe Petro el riesgo que corren sus iniciativas? Obvio que sí. Por esa misma razón es que está aclimatando la “respuesta social” en las calles.

Adiós a la “línea blanda”, bienvenida la “línea dura”

José Antonio Ocampo goza de un enorme prestigio nacional e internacional. Su voz es escuchada con atención en todos los escenarios. Por esa razón Petro lo nombró ministro de Hacienda. Y por esa misma razón –¡oh paradoja!– lo sacó del ministerio. Petro quiere ahora un ministro más obediente, que cuestione menos sus decisiones y cumpla con sumisión sus órdenes.

Ocampo sabía muy bien que la ambiciosa agenda social del Petro no tiene forma razonable, ni responsable, de cumplirse. Ricardo Bonilla, el nuevo ministro de Hacienda, puede que piense lo mismo que Ocampo, pero no se lo va a decir a Petro. Por eso ahora Petro prefiere a Bonilla y no a Ocampo.

Lo mismo pasó en Agricultura: Cecilia López tiene el prestigio y la hoja de vida suficiente para decirle no a Petro, mientras que Jhenifer Mojica, la nueva ministra, ni tiene la experiencia, ni la hoja de vida para hacerlo. Pero a diferencia de López, Mojica sí cree que la tierra hay que arrebatársela a quienes la tienen, sea al precio que sea. Lo mismo piensa Petro. Expropiación no es una palabra que los asuste. Mientras Mojica representa la “línea dura”, en lo que tiene que ver con la obtención de la tierra, López encarnaba la “línea blanda”. En su propósito de “agudizar las contradicciones” y atizar el conflicto, Petro prefiere a Mojica y no a López.

La región Caribe, por fuera del llavero

La salida de Cecilia López y Arturo Luna de los ministerios de Agricultura y Ciencia, Tecnología e Innovación es también un duro revés para la región Caribe. En el caso de López se trata no solo de una funcionaria con amplia experiencia y excelente hoja de vida, sino de una mujer barranquillera que ha sabido ser vocera de la región Caribe en distintos escenarios. Luna, por su parte, es un ejemplo inspirador de lo que significa hacerse a pulso. Su hoja de vida y sus logros así lo indican.

Nacido en Flor del Monte, Sucre, en el corazón de los Montes de María, Luna estudió con mucho sacrificio en la Universidad de Sucre. Luego prosiguió –mediante becas– estudios de especialización y doctorado en Estados Unidos, hasta llegar al ministerio. La ausencia de  López y Luna en el gabinete se sentirá sin duda alguna. En un país centralista y centralizado como Colombia, las regiones necesitan dolientes en la mesa donde se toman decisiones. Punto. Mientras Bogotá sea la que defina la suerte de las regiones, se requiere tener voceros regionales en el alto gobierno, aunque tengamos, como ahora, un presidente nacido en nuestra región Caribe. Muchas veces, eso poco o nada significa en términos de avance y progreso para la región.