Por cuenta de su talante autoritario y su pelea con los partidos políticos, el presidente Petro aún no asegura sus reformas sociales en el Congreso. ¿Podrá salvarlas en las sesiones extras?
La garrotera entre los senadores del partido Verde, Inti Asprilla y JP Hernández, por cuenta de la aprobación del proyecto que permitiría el consumo recreativo de la marihuana, muestra en sus justas proporciones lo que ha sido la presente legislatura en la que, más allá de las trifulcas y las “jugaditas” de la bancada de gobierno, es muy poco lo que se puede destacar.
Ni siquiera la llamada “agenda social” del gobierno tiene definida su suerte. Sus tres grandes reformas: salud, laboral y pensional dependen aún de unos acuerdos pegados con babas, en los que priman los intereses individuales de cada congresista, por encima de las directrices fijadas por los partidos a los que pertenecen.
El Gobierno -en su afán por sacar adelante su agenda legislativa- optó por pelear con los directores y jefes naturales de los partidos para entenderse directamente con los senadores y representantes. En algunos casos esa apuesta le funcionó, como ocurrió con la reforma laboral, que fue “salvada” a última hora en la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes con el voto del conservador Alexander Quevedo, quien deberá asumir las sanciones que le impondrán las directivas del partido.
Video Obtenido de : Colombia Elige
El “menudeo” de los votos, curul por curul, será, pues, la apuesta del gobierno para tratar de salvar su “agenda social”, sin duda la más importante del gobierno de Gustavo Petro, al igual que la llamada paz total. Después de pelear con los directores de los partidos políticos -el pasado 25 de abril- y romper la coalición de gobierno, que le permitió sacar adelante varias iniciativas, entre ellas la reforma tributaria, Petro decidió marginar de sus decisiones a quienes le ayudaron a ganar la Presidencia.
Por cuenta de esa arriesgada decisión, la agenda del gobierno en el Congreso quedó sujeta al tamaño del “tarro de mermelada”, para repartirla al detal con los congresistas, así como a la coyuntura política, que incluye -obviamente- las elecciones de octubre, en las que cada congresista se juega su suerte en alcaldías y gobernaciones.
Así las cosas, la agenda legislativa a pocas horas de culminar la legislatura, tiene muy poco que mostrar, más allá de proyectos aprobados, como el recorte del receso legislativo y también la llamada “Ley Paridad Ya”, que establece cuotas de género en cargos públicos, que ahora serán del 50 por ciento.
Pero también fueron aprobados proyectos muy controvertidos, que muy seguramente no resistirán la valoración por parte de la Corte Constitucional, como es el caos de Código Electoral, aprobado en medio de un aluvión de “jugaditas” por parte de las directivas de la Cámara de Representantes.
¿Cuál es el balance de la legislatura que está por terminar? ¿Cuál es la verdadera apuesta de Petro con sus reformas?
Documento del expresidente de Colombia , César Gaviria Trujillo,sobre preocupaciones generadas por los últimos acontecimientos con la agenda legislativa y la presidencia de la República ; https://t.co/tIBnjjU8cH pic.twitter.com/6S3ko5IETp
— Partido Liberal (@PartidoLiberal) June 15, 2023
¿Qué pasó con la aplanadora gobiernista?
De la mano de Roy Barreras, entonces presidente del Senado, el gobierno de Gustavo Petro construyó unas mayorías sólidas, que le garantizaban sacar adelante su audaz agenda legislativa. Era cuestión de darle manejo político a las mayorías y tener a la mano una buena dosis de mermelada para repartir cuando la cosa se complicara. La mermelada serviría para aceitar la aplanadora. Y así ocurrió durante la primera parte de la legislatura. Los proyectos del gobierno salieron por una autopista sin ningún contratiempo, incluyendo la reforma tributaria y la llamada “ley de paz total”, entre otros. Pero Petro decidió romper amarras con los directivos de los partidos, aunque siempre ha dicho que los culpables del rompimiento fueron los jefes de esos partidos. Fue así como tanto el Partido Conservador y La U se apartaron del gobierno y decidieron marcarle territorio en lo que tiene que ver con sus reformas más importantes. De los partidos tradicionales el único que todavía no ha declarado su independencia del gobierno es el Liberal. De hecho, en carta que le envío el ex presidente César Gaviria al presidente Petro le dice que “somos sus aliados y no un obstáculo”. Como la novia despechada, el liberalismo todavía guarda esperanzas. Cambio Radical y el Centro Democrático se mantienen en la orilla opositora.
¿La calle por encima del Congreso?
El problema del presidente Petro es que no cree en el Congreso, ni mucho menos en los congresistas. Punto. Sobre el primero considera que ya no representa el “sentir del pueblo” y sobre los segundos, nadie le genera más desconfianza que quienes fueron sus colegas por décadas. Esa desconfianza nace del hecho de conocerlos, obviamente. De manera que el trámite de las leyes en el Congreso no es asunto que trasnoche al Presidente, quien considera que si los congresistas no le marchan para eso tiene “al pueblo” que lo respalda. Petro cree más en el poder de la calle que en el poder del Congreso. Por eso sueña con las plazas del país atiborradas de gente reclamando los derechos que les fueron arrebatados por la “oligarquía opresora, exclavista y explotadora”. El poder de la calle -de acuerdo con el modelo de Petro, que no tiene como protagonista al Congreso- debe ser reafirmado por las “Asambleas Populares”, que serán las encargadas de “organizar la sociedad para los debates de las reformas sociales y para sacar adelante la paz total”. ¿Qué pasa si las Asambleas Populares “aprueban” las leyes que el Congreso hunde? O lo contrario: ¿Qué pasa si las Asambleas Populares “hunden” las leyes que el Congreso aprueba? ¿Van a ser las Asambleas Populares un suprapoder? ¿Quién controla las Asambleas Populares en aquellos territorios dominados por grupos guerrilleros y organizaciones narcotraficantes? Por quitarle protagonismo al Congreso y pretender desconocer sus funciones naturales y constitucionales, Petro prefiere jugar con candela. ¿Es consiente de ello? Por supuesto que si, pero está visto que Petro es de los que prefiere jugar con candela.
¿Y los partidos políticos?
Pero así como Petro no cree en el Congreso y mucho menos en los congresistas, tampoco cree en los partidos políticos. En el único partido político en el que cree es en el suyo: la Colombia Humana. En el Pacto Histórico, tampoco cree porque sabe que esa es una mescolanza a la que llegaron muchos políticos por conveniencia en busca de poder y de votos, como lo estamos viendo. De manera que Petro tampoco cree en uno de los pilares de todo sistema democrático. No es que no le gusten los directivos de los partidos -César Gaviria, Germán Vargas Lleras, Efrain Cepeda y Dilian Francisca Toro- es que tampoco le gustan las bases de esos partidos, si no piensan como él. Si las bases de esos partidos políticos piensan igual que sus jefes, entonces tampoco le sirven a Petro. El pueblo que le gusta a Petro -está visto- es aquel que sale desaforado a las calles cuando escucha su llamado, aquel que convirtió las redes sociales en un bochinche permanente y una cloaca en la que pueden verter sus odios y resentimientos. Ese es el pueblo que le gusta a Petro. A ese acudirá en caso de que sus reformas no sean aprobadas como pretende.
La prensa no es el enemigo, Presidente
La guerra declarada por Gustavo Petro a la prensa no es gratuita. Obedece a su talante autoritario, capaz de considerar enemigos a todos aquellos que no piensen como él. El sistemático, desmedido y peligroso ataque a la prensa por parte de quien encarna la unidad nacional obedece a su deseo de imponer su pensamiento a cualquier costo, incluso la integridad y la vida de quienes osan confrontarlo. El talante de Petro es despótico. Ningún medio de comunicación por poderoso que sea, es más poderoso que el más débil de los presidentes, mucho más en países como Colombia. La prensa no puede ser el sparring de Petro. No es sano, ni conveniente para nadie. Comprometer la libertad de expresión es atentar contra la democracia y Petro lo sabe. Punto. Los desafueros de la prensa -inclusive sus abusos- tienen canales donde dirimirse, incluyendo los estrados judiciales, cuando se trata de injurias y calumnias. Pero no es convirtiéndola en blanco de su furia y exponiéndola a los ataques de sus fanáticos, como se pueden superar las diferencias.